domingo, 25 de octubre de 2015

Al cine se va a mirar, no se va a oír

Luis Buñuel (1900, Calanda, España - 1983, Ciudad de México), es un director de cine español nacionalizado mexicano que padecía cierto grado de sordera, la cual incidió profundamente en su visión y obra cinematográfica. Al respecto, transcribo a continuación algunos fragmentos de una ponencia de Paco Ignacio Taibo titulada "Palabras, Ruidos y Silencios en el Cine de Buñuel,", presentada en el Congreso Internacional de la Lengua Española celebrado en Zacatecas, en abril de 1997.

"Cuando llega al cine Luis Buñuel va a descubrir que llegó demasiado tarde y que le estaba prohibido caminar de espaldas al presente. El sonido —la palabra, más bien—, se le habla adelantado y sólo quedaba domesticarla o, por lo menos, hacerla menos evidente.

Si el cine sin sonido ya había sido destruido por la modernidad, lo único que le quedaba a Buñuel era quitarle a la palabra todo vestigio de literatura, también de poesía, y prohibirle la entrada en sus historias a la música.

Todos los grandes filmes de Luis debían de ser precedidos de una advertencia: prohibido contar y cantar. Y, sobre todo, ser poeta. En todas las primeras películas de don Luis, la palabra, aceptada por orden de la modernidad, se niega a toda complacencia poética. Sólo la imagen tiene tales derechos.

Cada frase que leemos. o bien oímos, acaba de ser raptada a una enciclopedia y mantiene ese espía de la documentación refrigerada. La palabra nos dice que el escorpión es un arácnido que vive entre las piedras. Si quisiéramos saber más, habría que preguntar al arácnido.
En cuanto a la música tal cosa no existe."



"Un día, Federico García Lorca inicia un experimento emocional y se recluye en un monasterio en donde los monjes sólo pueden hablar entre sí una palabra los domingos. Federico se aterra ante ese silencio que le parece significar una falta absoluto de amor.

Pero Jaime Sabines piensa que el amor es el silencio más fino. ¿Qué piensa Luis Buñuel del silencio, de su silencio? Por lo pronto que no es compartible.

Al cine se va a mirar, no se va a oír. Se decía de una película que era un filo en el que todos hablaban mucho, demasiado. Buñuel, al llegar a este punto, afirmó que desde hacia algún tiempo las películas con mucho diálogo le molestaban más que antes. Alguien pretendió encontrar en esta afirmación una teoría cinematográfica, pero Buñuel aclaró rápidamente su punto de vista: «Mi sordera».

Max Aub recordaba una cita de André Malraux que luego yo encontré en un breviario de Charles Ford: «El principal problema para el escritor de guiones de cine es conocer cuando los personajes deben hablar. Este problema no existe en el teatro. Ahí deben de hablar siempre».

Julio Alejandro, llamado a opinar sobre el tema, me contó que una de las tareas más ingratas cuando se trabajaba en un guión con Buñuel, era la de tachar diálogos que habían sido, primeramente, aprobados. Y pensábamos enviar el material ya aprobado a Emilio Carbellido que tenía mucha experiencia teatral y había escrito muchos diálogos para personajes mexicanos. Antes de mandarle a Emilio las cuartillas, el propio Luis comenzó a releerlas y pidió que yo le prestara mi lápiz.

Le vi comenzar a tachar diálogos y más diálogos. Yo protesté, «Luis —le dije—, sólo vas a permitir a Emilio que supervise los silencios».

Lo que no podía ponerse en duda, antes o después de la sordera, es que Luis dudaba de que el exceso de diálogos pudiera enriquecer una película. De su trabajo en los Estados Unidos, cuando intervino con muchos doblajes, le había quedado un cierto rencor contra los filmes en los que los protagonistas se hundían en todo tipo de conversaciones inútiles."
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El texto completo de la Ponencia puede consultarse aquí.

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